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EL MÉTODO – PARTE 4 👉 LAS GEMAS DEL INFINITO

Comenzamos…

En este largo camino de superación del mutismo selectivo, ya habréis notado que no hay que detenerse nunca, siempre avanzar, con obstáculos o sin ellos, pero siempre hacia adelante. En este período que estábamos transitando con Gael, nuestro hijo, ya mucho más desenvuelto y con más habilidades sociales, queríamos acompañarlo y ayudarlo a que lleve de mejor manera una de las cosas que nos daba muchos dolores de cabeza a los tres: su frustración. Esta parte de la metodología que hemos seguido con él la hemos denominado “Las gemas del infinito”. Y la denominamos así por algo muy especial. 

Además de ser fans de la saga de los Vengadores, en esa película en particular, el villano (Thanos) muestra que si posee una gema esto le otorga un poder. Sin embargo, obteniendo las 6, el poder es mucho mayor, lo que lo convierte en prácticamente invencible. Y esa analogía queríamos trasladar hacia nuestro peque. «Las Gemas del infinito» Trata de enseñar al niño que la perseverancia y la dificultad escalonada son los mejores aliados a la hora de realizar grandes conquistas.

El Método del Sapo Zen

Fomentando la perseverancia…

Durante la época en que Gael tuvo más marcado su MS, una de las características que más nos llamaba la atención era el hecho de que no podía sostener su frustración cuando algo no le salía correctamente o perdía en algún juego, o no ejecutaba determinado movimiento o actividad de manera perfecta en su primer intento. Incluso prefería no intentar de hacer algo por miedo a que no logre hacerlo bien. No se dejaba enseñar, no quería aprender, simplemente evitaba ciertas cosas para no tener que lidiar con su frustración si no conseguía su objetivo. Tal vez era un mecanismo de defensa sin saberlo, porque inconscientemente pensaba que la gente lo iba a mirar de cierta forma, que llamaría la atención… y él buscaba pasar lo más desapercibido posible.

Nuevamente con ayuda del Sapo Zen, que venía todos los días a cambiarle sus “no puedo” por un rotundo “YO PUEDO”, nos propusimos enseñarle paso a paso, con pequeños objetivos que pudiera ir alcanzando y prácticamente sin que se diera cuenta, usando el juego como forma de aprendizaje para cualquier actividad o tarea que quisiéramos enseñarle.

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Subir los escalones de uno en uno para llegar al final de la escalera…

 

Este aprendizaje escalonado lo hemos aplicado con muchas actividades, aunque en este caso pondremos como ejemplo la natación, porque en la piscina es uno de los lugares donde hemos visto en nuestro hijo, más progresos en menos tiempo. Íbamos cada día a la piscina, un par de horas cada tarde durante sus vacaciones de verano y hacíamos muchos ejercicios y juegos para aprender la respiración, meter y sacar la cabeza del agua, tirarse de cabeza desde el borde, flotar boca arriba y boca abajo, y, finalmente, patalear y bracear, hasta llegar a poder desplazarse nadando de un lado a otro de la piscina.

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Ejemplos de juegos que se pueden hacer en el agua:

 

1- Decir una palabra debajo del agua y que el otro adivine que palabra dijo.

2- Meter la cabeza en el agua hasta la nariz y hacer los sonidos de los diferentes animales.

3- Jugar carreras con churros, flotadores, etc.

4- Esconder objetos en diferentes partes de la piscina (sobre todo en el fondo 😉) y que el otro jugador tenga que ir a buscarlos.

5- Sumergirse y que el niño pase por un aro o entre las piernas de una persona que esté de pie frente a él.

6- Aguantar la mayor cantidad de tiempo posible flotando boca arriba y en cada repetición, intentar superar el “récord”.
Juegos con pelotas, botellas de plástico o diferentes juguetes que se les ocurra, todo es válido para que el niño esté entretenido y a gusto en el agua, animándose a cada vez más desafíos.

 

Muchas veces, al hacer estos juegos se obtenía una recompensa, algo que al peque le gustara, así que era un incentivo extra para que hiciera la “clase de natación”. Así, casi sin darse cuenta, de a poco, y divirtiéndose mucho, Gael fue venciendo sus miedos (no solamente a hundirse en el agua), ese temor a equivocarse, a que no le salieran los ejercicios, a no conseguir los objetivos. Cada día, el Sapo Zen le recalcaba el progreso que había hecho y lo alentaba para que, al día siguiente, se animara con un pequeño reto nuevo, que seguramente conseguiría superar, teniendo confianza en sí mismo de que así sería.

Si vuestro/a niño/a ha sido diagnosticado con mutismo selectivo, sabréis que gran parte del problema radica en sus miedos, inseguridades, su baja autoestima. Por eso, como padres pensamos que es fundamental revertir esta situación, recalcarle constantemente todos sus progresos, fomentar sus avances y reforzar su amor propio para que se sienta segur@ y quiera dejar de ser “invisible” para mostrarse ante los demás cómo realmente es y expresarse sin miedo a que lo juzguen y a las miradas ajenas, porque, al fin y al cabo, cada persona es única y especial.

Descargo de responsabilidad

Aclaramos que esto NO sustituye de manera alguna un tratamiento psicoterapéutico para el MS y otros trastornos de ansiedad.

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